10 razones por las que Ylenia mola más que tú.

Por: Sara Font.

El otro día vi este vídeo de Ylenia en el Thyssen y me pareció bastante simpático.

No fue una sorpresa leer luego los comentarios y comprobar que, en casi todos, la ponían a parir y se burlaban de cosas que decía en el reportaje (las cuales lo más probable es que estuvieran guionizadas).

Comentarios con perlitas como estas:

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Ya casi me había aburrido de leer (a mí es que tanta tolerancia con el prójimo me da sueñito) cuando resulta que, en medio de todos esos comentarios de «eruditos» de la Federación Española de Amigos de los Museos (lo menos), leí esto:

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Me dieron ganas de buscar a Óscar y pedirle que me abrazara fuerte.

No hay nada que me guste menos que una persona que menosprecia a otra sólo porque se considera intelectualmente superior a ella (cosa que es bastante relativa).

En mi opinión, hay muchas formas de inteligencia y ser la Wikipedia con patas no te hace más listo. Y, ojo, no estoy diciendo que tener curiosidad y cultura esté mal, simplemente que eso no te da derecho a menospreciar a nadie. De hecho, si te vas a creer mejor que yo porque te sabes todos los putos ríos de España, ahí tienes la puerta…

Meterte con quien sea porque tiene unos intereses diferentes a los tuyos, y estar orgulloso de ello, sólo demuestra tu propia inseguridad.

Si ese es tu caso, déjame que te diga una cosa:

10 razones por las que Ylenia mola más que tú.

  1. Porque se la suda lo que pienses de ella.

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2. Tiene su propia jerga y la explota.

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3. Te sabes el estribillo de su canción.

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4. Y has dicho esto alguna vez…

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5. La cámara la adora.

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6. Es como es, y no te va a pedir perdón por ello.

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7. Porque tiene más jeta que espalda.

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8. Y no se anda con tonterías…

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9. Te guste o no, tiene una personalidad arrolladora.

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Y por último, pero no menos importante:

10. Porque gracias a que tú crees que es tonta, ella hace caja…

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¡Gracias por leerme! 🙂

Ghost Riders in the sky.

Por: Alberto s. Manzano

Hoy tenemos a un colaborador especial.  Alberto: que publicará ,de vez en cuando, en el blog su visión particular sobre duetos increíbles o canciones magistrales, como la de abajo. ¡Demos un fuerte a aplauso a: Raphael, Tom Jones y… Alberto!

Tengo la versión definitiva…”

Así se presentó Paco en mi casa, una noche más. Litros, algo de fumar, y una vez que ambos elementos hagan esa mágica y perfecta conjunción… disfrutar, a nuestro peculiar modo, de versiones, duetos (como el que presento a continuación) y demás… Después de otra etapa laboral, poniendo el culo a todos y cada uno de los tantos y tantos cargos que hay por encima de mí. Después del disfraz diario de camisas y corbatas…

Como si de un ritual se tratase, antes de que me enseñara “la joya de la corona”, cae algo de psicodelia de los 60’s. Somos poco originales en ese aspecto, vamos a lo seguro. El arte de colocarse. Tras consumir lo necesario y haber visto alguna que otra frikada en YouTube para ponernos a tono, coge el teclado y como dos niños llenos de ilusión e inocencia (perdida hace algún tiempo para ambos), entramos en ese juego del “No mires, me toca escribir a mí”.

No se equivocaba. Cuando terminó de escribir, y sonaron los primeros minutos de audio, pude distinguir en un dudoso castellano algo como “Olé Raphael” entre multitud de aplausos y, seguidamente, la respuesta del mismo Raphael con un “Gracias Tomas” (sí, sin tilde). Abrí los ojos, quizá enrojecidos algo de más y ,efectivamente, amigos, Paco traía la versión definitiva: Raphael, que tan de moda se ha puesto en los últimos años entre la juventud (incluso, recordemos que fue cabeza de cartel del Sonorama Ribera 2014), siempre ha estado ahí… Y en esta ocasión, no venía solo, no, un jovencísimo Tom Jones (Tomas para Raphael) le acompaña a las voces, en su propio programa: “This Is Tom Jones”, que duró nada más y nada menos que la friolera de 65 episodios, y contó con la presencia de artistas de la talla de Aretha Franklin, Paul Anka, Ella Fitzgerald, Janis Joplin o, como es predecible, uno de los protagonistas de nuestro dueto: Raphael.

La mítica “Ghost Riders in the Sky”, escrita por Stan Jones, pero popularizada a posteriori por Johnny Cash (o al menos la versión que yo recuerdo como “más popular”) es la elegida por estos dos grandes intérpretes para cantar en conjunto, y como es lógico, hacen de ella una de las versiones más peculiares de la misma a lo largo de la historia.

Miro de reojo a Paco, él me mira a mí, esperando con ansia mi reacción y por qué no decirlo, creo que la aprobación de si, efectivamente, era o no una de las mejores versiones que había traído. Las pupilas, algo dilatadas, cabe reseñar, están puestas en la pantalla sin parpadeo alguno por parte de ambos. Atentos y atónitos ante tan magistral vídeo.

Un ameno diálogo entre los dos notorios artistas es el previo a la canción. Bromeando entre ellos, El Tigre de Gales pregunta a Raphael porque no usa su apellido nunca, éste continúa la broma susurrándole al oído algo, (que imaginamos es su apellido). Todo un políglota. Recordemos que Raphael es “Miguel Rafael Martos Sánchez” y para distinguirse adoptó la grafía «PH» del nombre de la compañía a la que pertenecía por aquel entonces: Philips. Si este último dato, lo contáis y no folláis, es porque no queréis.

Sin más, da inicio la canción. De repente, el diálogo se corta en seco dando paso a uno de nuestros protagonistas, Raphael, entonando enérgicamente y, lo más importante, en un perfecto castellano “Leyenda de un jinete que galopa sin cesar…”. o bueno, como tantos artistas nacionales en la época y actualmente “Leyenda de un jinete que galopa sin “sesar”…” (Nunca llegaré a entender esa manía de sustituir la “c” por la “s”, a excepción de Raphael, mi más absoluto desprecio a estos artistas). Hacen así de esta, una versión mejorada y sí, en ambos idiomas, pues Tom Jones, como podréis imaginar, canta en un inglés británico como solo él sabe hacerlo, (quizá por eso es de Gales). Con “británico dato” pasa una pregunta por mi mente: ¿cuántas bragas habrá bajado El Tigre de Gales? Seguro que entre el 63’ y el 93’ más de un millar, pero posiblemente para desarrollar esto con exactitud haga falta una sección específica. Ahora, bajará pañales.

A lo largo de la actuación, podemos observar como nuestro verdadero protagonista de la historia, Raphael, sabe como actuar en televisión, con los guiños, sonrisas y bailes pertinentes al momento, incluso a veces, dichos movimientos pueden ser la secuela de alguna ingesta de ácido previa a la actuación, o esa impresión al menos comento con Paco, que tararea la canción con el ímpetu propio de haber excedido algo el consumo de cervezas, eso sí, no más de las que pudo tomar Raphael en su juventud: por todos es sabido su afición por el “alpiste”, por decirlo de manera sutil. Mientras “Tomas” bajaba bragas, Raphael bajaba a por hielo.

Estrofa y estribillo por cabeza, alternándose un intérprete con otro hacen que esta versión de “Ghost Riders In The Sky” sea una auténtica maravilla. Y nos deja momentos como Tom Jones haciendo los coros a Raphael o viceversa. Momentos geniales. Raphael alargando notas de una manera brutal con su peculiar baile previamente mencionado, o El Tigre De Gales mirando con recelo a Raphael por superarle alargando dichas notas, en tono incluso, en más de una ocasión. Raphael “Es Aquel” y deja constancia de por qué. Dicen las malas lenguas que aquella noche «Aquel», gracias a su impecable actuación, no solo bajó a por hielo.

Como no podía ser menos, la última estrofa y el último estribillo son a dueto, un duelo de titanes, entre los dos auténticos jinetes. Vestidos de negro, dos pesos pesados de la canción entonan sin fisura alguna el tramo final de este tema, dejando constancia de que por qué Raphael no tiene nada que envidiar a nadie, incluso es él quien cierra la canción como quiere (al más puro estilo Angus Young si le cuelgas una Gibson SG) y porque Tomas es y será siempre El Tigre de Gales.

Estos, y tantos otros motivos, hacen que ésta versión de “Ghost riders in the sky” sea posiblemente una de las mejores de tan clásico tema, (aunque creo que en el fondo a Paco le gusta más la de Cash). Aun así, mi respuesta fue clara y concisa:

– Has traído la versión definitiva, ¿hace otro canuto?

¿Por qué se suicidan los dentistas?

Por: Sara Font

El otro día leí un dato curioso sobre el suicidio y en qué gremio existía más peñita cansada de vivir. La verdad, es que fue realmente una sorpresa descubrir quiénes eran.

¿Los podólogos? Te preguntarás. ¿Dependientes del Primark de Gran Vía? ¿Chicote?

Yo habría apostado por los ginecólogos: ver chochos de vieja a diario es un motivo de peso para rajarse las venas o tirarse por un puente al grito de “¡¡¡Úteroooooooo!!!”.

Pero no, amigos, una vez más conjeturamos por encima de nuestra posibilidades. El gremio con la tasa de suicidios más alta es (redoble de tambores): ¡el de los dentistas! (No te hagas el sorprendido que lo he puesto en el título).

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Y no lo digo yo, lo dice el artículo de este señor tan sabio y desconocido que he encontrado en Google:

“Se calcula que, por cada suicidio consumado, se dan de 10 a 20 intentos. Los profesionales con más altas tasas de suicidio son: dentistas, psiquiatras, farmacéuticos, enfermeros y granjeros.”

¡Dentistas! ¡Dentistas! Vale, lo de los granjeros también es sorprendente, pero ¿dentistas? ¡Si siempre parecen gente con unas ansias de vivir inmensas!

Quizás nos engañan con esas sonrisas tan gigantes y blancas que ellos mismos han creado. Puede que detrás de esas mascarillas con dibujos de caras sonrientes (un tanto siniestras) sólo haya un pequeño odontólogo cabizbajo que espera un abrazo.

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En cualquier caso, ¿qué es lo que motivará a estos pobres almas de cántaro a librarse para siempre de los empastes, caries y enjuagues bucales con sabor a fresa con los que nos drogaban en el cole? (Creo que en la pregunta va implícita la respuesta, pero sigamos)

PREGUNTA BONUS:

¿La última muela del juicio que extraigan podría denominarse la del juicio final?

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Ejem, continuamos.

Estas son las que el señor sabio y desconocido alega como razones para que los amigos de los dientes quieran espicharla voluntariamente:

  • Enfermedades mentales: depresión, trastorno bipolar y esquizofrenia. (No tengo nada en contra de las enfermedades mentales, pero no me haría mucha gracia que un señor con esquizofrenia metiera hierros dentro de mi boca).
  • Alcoholismo y adicción a las drogas. (Me los imagino espachurrados en su consulta colocándose con el gas de la risa).
  • Sucesos vitales graves: muerte de un ser querido, separación, ruina económica, pérdida del empleo etc. (Bueno, estas son las mismas razones que tendría el común de los mortales. Mini-punto para los dentistas).
  • Problemas importantes en el trabajo o en los estudios.
  • Pacientes dados de alta de ingresos hospitalarios por causa psiquiátrica.
  • Reclusos encarcelados. (Joder, los dentistas tienen una vida muy dura)
  • Enfermedades físicas graves.
  • Violencia y abusos físicos o psicológicos.
  • Personas con carácter impulsivo y agresivo. (¡La virgen! No vuelvo a ir al dentista JAMÁS).
  • Soledad y marginación. (Desde pequeños ya sabían que querían ser dentistas y, claro, eso la gente lo nota).

Todas estas razones me parecen muy de dentista venezolano de telenovela… Y la pregunta es: ¿valdrían para todos los dentistas suicidas? Pues no.

Me parece que el señor, sabio y desconocido, autor del artículo tiene que tener los dientes hechos un cristo.

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 –¡Usted no ha conocido a ningún dentista en su vida! -Eso le diría.

Mi opinión personal es que todo el mundo odia ir al dentista porque son seres sanguinarios y crueles que quieren ponerte brackets. Además, te hurgan la boca sin ningún tipo de miramiento y usan un mini-aspirador que te chupa la saliva. Es algo realmente incómodo y tiene un sonido infernal (haz el ejercicio mental de recordarlo, y verás como tengo razón).

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Para más inri, te miran siempre desde arriba, con su cara de dentista y un focazo que te deja más ciego que un topo hasta las trancas de Don Simón… ¿Qué se han creído? ¡Malditos dentistas!

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A lo mejor deberían hacer terapia (aunque los psiquiatras también estén en la lista de los más suicidas). ¿Os imagináis a un montón de dentistas en grupo contando sus movidas y consolándose unos a otros?:

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“Qué va, tío, nuestras consultas no huelen raro. Son ellos, que tienen la pituitaria atrofiada y no nos comprenden. ¡Huelen a limpio, joder! ¡A LIMPIO! (Llanto desgarrador).”

Lo cierto es que tener que soportar tanto odio e incomprensión a diario tiene que ser algo difícil de llevar… A no ser que seas Miley Cyrus o Mariano Rajoy, esa ameba sin corazón ni conciencia (“¿Y la europea?”¡¡La europea ha saltado por la ventana del décimo… detrás de ese dentista, síguelos!!)

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Bueno, que me voy del tema.

Si tenéis algún dentista cercano (amigo, familiar…) id a abrazadlo ahora mismo (que vayáis, coño) y coged un pañuelo para enjugarle sus lágrimas de flúor rosa. O mandadle un Whatsapp y decidle que lo queréis. Intentad también que no acaben metidos en las drogas o en prisión, por si acaso…

No vaya a ser que tengamos un disgusto…

Sala X. Parte II.

Por: Sara Font

Si no has leído la parte I, puedes hacerlo aquí.

Y con este buen rollito que reina en la Sala Blanca, todo se hace oscuro. Y suena una voz… Es una voz en off y está presentando a alguien. En serio, cuando se enciendan las luces no te lo vas a creer.

La voz dice:

-¡¡¡Con todos ustedes… Alooooonsooooo Caparrós!!!

Y las luces se encienden y aparece Alonso y estamos en el plató de Furor. Ese programa tan mítico que emitieron en Antena 3 desde el año 1998 hasta el 2001. Donde un montón de famosos iban a despendolarse, como si estuvieran en un karaoke de Japón puestos hasta las trancas de anfetaminas. Era bello. Era mágico. Era hipnótico. Podías ver a Antonia Dell’atte cantando rancheras. Momentos así no se repiten en televisión todo los días.

Alonso está presentando al Equipo de las Chicas, que está capitaneado por Björk. Y después presenta al Equipo de los Chicos, capitaneado por el Hombre Blanco. (A todo esto, el Tío Albert me ha pedido que lo disculpemos, se ha hecho pis después de tanta risa y se ha ido a un Zara a comprarse otros pantalones).

Empieza la primera prueba.

-Prueba para el Equipo de las Chicas: completa la canción -dice Alonso Caparrós.

Silencio sepulcral. Comienza a sonar la música:

“Eva María se fue, buscando el sol en la playa. Con su maleta de piel y su…”

Björk se aventura a dar una respuesta. La tensión puede cortarse. Los corazones se están acelerando. Todo empieza a ir a cámara lenta. El público abre los ojos como platos hasta que, finalmente, la capitana islandesa del Equipo de las Chicas abre la boca y dice:

-Striped bikiní. Hún fór og láti› mig a›eins minningar um fjarveru hans. Án minnstu eftirlátssemina Eva Maria fór.

-¡Correcto! ¡MINIPUNTO PARA EL EQUIPO DE LAS CHICAS! -Quiero besar al guionista al que se le ocurrió esa frase.

Las chicas lo celebran con jubilo, como si les hubieran dado la condicional después de compartir celda con la Pantoja.

El Hombre Blanco se ha enfadado. Tiene mal perder… Un momento, si el Hombre Blanco se ha enfadado, nosotros también, que por algo es nuestro niño mimado. Así que le damos un ‘Minipunto y Punto’ al Equipo de los Chicos.

A Alonso Caparrós le ha parecido bastante sucio que ejerzamos de presentadores por él y otorguemos los Puntos y los Minipuntos a nuestro antojo.

-¡Estáis jugando a ser Dios!

A ver, Alonso, te relajas, que si realmente estás aquí es porque algo en nuestras cabezas, sobre todo en la mía, no anda bien y nos hemos acordado de ti, pero que si no estarías un poco como Jorge Sanz, devorándote a ti mismo en Los Goya y tal.

Se ha quedado mudo. Así nos gusta, Alonso.

Anda, Hombre Blanco, celebra la victoria como te mereces. ¿Hombre Blanco? ¿Pero dónde se ha metido este hombre?

Perdona, Alonso, ¿sabes dónde se ha metido el Hombre Blanco?

-¡Idos a la mierda!

Qué carácter.

Oye, estoy empezando a agobiarme. Sin el Hombre Blanco no sé como continuar la historia. Y además, toda esta gente del plató de Furor está callada mirándonos. Y eso me está dando un poco de mal rollo… Creo que deberíamos salir por esa puerta que acaba de aparecer en la frente de Björk.

Quizá allí encontremos al Hombre Blanco. Quizá de repente todo cobre sentido y se me ocurra un final que te deje sin habla. Y todo el dolor, la pena, las guerras, el odio, la hipocresía, la falsa modestia y las pizzas hawaianas desaparezcan para siempre. Y yo me sienta un poco menos incomprendida. Y mi vida de repente cobre sentido gracias a tu atención. Y sepas de verdad quién soy. Y yo deje de estar en una crisis permanente y sea la apuntadora de mi propia vida. De una vez por todas. Bueno, vamos, anda, que se hace tarde y seguro que estás leyendo esto en el trabajo…

Vamos allá. Al entrar por la puerta, la estancia te es familiar. Porque es la tuya. El lugar donde te encuentras ahora mismo. Y el Hombre Blanco está aquí. Se ha transformado en ti. ¿Por que estás dentro de la cabeza de Björk?

Te estoy observando desde atrás. No te gires. ¿Notas mi respiración? Bonitas orejas. ¿Te lo habían dicho alguna vez? Me gusta mirarte y que tú no puedas verme. Siempre he sido algo voyeur. Ummm, qué bien hueles. Después me cuentas qué perfume usas. Para que te recuerde. Así que, bueno, ahora estamos tú y yo aquí, cara a espalda y hay un silencio un poco incómodo entre nosotros.

¿Qué podemos hacer? ¿Cuál es el final? ¿Cómo terminamos esto? O mejor, ¿cómo nos despedimos sin que duela después de 2243 palabras juntos?

No lo sé. Imagínatelo.

Sala X. Parte I.

Por: Sara Font

Imagínate una sala blanca. Completamente blanca. Las paredes, el suelo y el techo. Y en el centro hay una silla. Blanca. Con un hombre sentado en ella. Vestido de blanco, por supuesto. Su color de piel es blanco. Blanco pared. Y el resto de él es del mismo color. Las pupilas, las pestañas, las uñas, las cejas. El intestino grueso. Pero todo eso puede cambiar a nuestro antojo. Porque yo lo estoy escribiendo y tú te lo estás imaginando. ¿Interesante? Intentemos que lo sea.

¿Qué tal si decidimos que el hombre esté ahora mismo vestido de sevillana? Ya lo está. ¿Lo ves? Y ahora lleva un sombrero mexicano y plataformas de Drag Queen. Y ahora ya no los lleva. Ni siquiera el vestido de sevillana. Y se ha vuelto azul. Azul ballena muerta. Demasiado tétrico. Mejor color Teletubbie morado. O rojo Coca-Cola. No, rojo Coca-Cola ni de broma. Dejémoslo blanco. Sí, blanco está bien. Y el Hombre Blanco está silbando tu canción favorita. Silba muy bien. Y deja de silbar para encenderse un cigarro. Lucky Strike. Sin filtro. O sea todo blanco. Como él. Y el humo es verde. Verde como el humo que soltará la última Polilla Carnívora Led que muere en la página 3.

De repente, aparece un policía y le dice que ahí no se puede fumar. Y entonces el Señor Blanco le dice que esta es tu imaginación y que no hay ninguna ley que prohiba fumar en la imaginación de nadie. Aun así el policía decide multarle, porque tiene el día tonto. Pero no tiene boli, y a mí no me da la gana dárselo. ¿Quieres dárselo tú?

Entonces, se quedan ahí los dos parados. En silencio. Como si estuvieran en una obra de teatro, se les hubiera olvidado el texto y el apuntador (que soy yo) se hubiera ido al baño. Sí, me voy al baño, un momento. Vuelvo enseguida.

Pues mira, que en el baño he pensado que mejor quitamos al policía, que total, para que estén ahí mirándose como pasmarotes pues nos dedicamos a otra cosa. Venga, vale. El Hombre Blanco está solo otra vez. Ya no fuma. Hemos vuelto al principio. De repente, a su lado, comienza a crecer una silla. Roja. Primero las patas, luego el asiento y finalmente el respaldo. Y en ella está sentado otro hombre. El hombre es de gelatina.

-Buenos días nos dé dios

-Buenas noches el diablo. ¿Le apetece tomar algo? -le responde el Hombre Blanco.

-Póngame un Elefante Rosa. O un Pink Elephant, que después de meditarlo como que me gusta más en inglés.

-Marchando.

Un Pink Elephant es una mezcla de arsénico y vodka con dos cubitos de hielo.Y una sombrillita. Una bebida imaginaria que otorga al que la bebe la capacidad de robar una estrella. La que él prefiera.

De repente, nuestra Sala Blanca es el espacio. Y el Hombre Blanco y el Hombre de gelatina continúan sentados en sus sillas. Pero ahora son ingrávidos. El Hombre de gelatina señala a su estrella elegida. Es la Estrella Polar. La Estrella Polar se acerca hasta él a regañadientes, porque le fastidia ser la elegida, pero sabe que no tiene otra opción. El Hombre de gelatina la recoge y se la ofrece a nuestro Hombre Blanco.

-“¿Se la beberá usted?”

-“Con mucho gusto”.

El Hombre Blanco adereza su Pink Elephant con la Estrella Polar. Y le da un trago. Y al momento, todo es sencillo, las respuestas a todas las preguntas formuladas por la humanidad están resueltas. ¿Quienes somos? Nada. ¿De dónde venimos? Cada uno de un agujero diferente. ¿A dónde vamos? A donde tú quieras.

Esto es el espacio. ¿Por qué no flotamos? De repente, el Hombre de gelatina ya no es el Hombre de gelatina es Fred Astaire, y está bailando, y el Hombre Blanco es Ginger. Ysuena Cheek to Cheek. Y la están cantando un grupo de dientes de león, pero muy bajito, casi como un susurro. ¿Ves como bailan? Porque están bailando para nosotros. En el espacio. Una de las parejas artísticas más importantes de todos los tiempos, ahora mismo está bailando para ti y para mí. Que somos dos desconocidos. Entre nosotros y para el mundo. O a lo mejor a ti te conoce el mundo. O a lo mejor nos conocemos, en cuyo caso estamos compartiendo algo que nunca antes habíamos compartido. Eso seguro. Disfruta de este momento, porque es nuestro.

Ahora Fred y Ginger han dejado de ser Fred y Ginger. Ginger es de nuevo el Hombre Blanco y Fred es una hoja. Y el espacio se ha apagado. Todo vuelve a ser blanco. El Hombre Blanco espera nuestras instrucciones.

Después del espectáculo que hemos presenciado quizá nos vendría bien un poco de aire fresco, así que ahora estamos en un lago, bajo un álamo. Y el Hombre Blanco sigue teniendo a la hoja Fred Astaire en la mano. Y va a grapársela al árbol, pero justo cuando está a punto de hacerlo algo se lo impide. Es una luz, que le está mordiendo la oreja. El Hombre Blanco grita e intenta zafarse de ella, pero no hay manera.

Normal, se trata del último ejemplar de Polilla Carnívora Led que existe en la tierra. Se habrá sentido atraída por el polvo de Estrella Polar que todavía queda sobre el Hombre Blanco que, a pesar de todo, debería estar contento, ya que todo el mundo pensaba que las Polillas Carnívoras Led se habían extinguido debido a que al ser luminosas se atraían las unas a las otras y se atacaban a la vez. Un ejemplar de insecto bastante estúpido, sin duda. Excepto por la última de ellas, que se está comiendo la oreja derecha del pobre Hombre Blanco.

Si pudiéramos hacer algo por él… Sí, espera, ¿ves esa caja que está bajo el álamo? A ver si se da cuenta. Si la ve sabrá qué hacer. El Hombre Blanco ahora está dando vueltas sobre sí mismo para intentar echar a la última Polilla Led del planeta que se come su oreja derecha, pero ha visto la caja, suelta la hoja Fred Astaire, la recoge y la abre como puede. En su interior hay un espejo. La Polilla Carnívora Led ve su reflejo y se queda unos instantes observándose. Se gusta, se pone. Se maravilla. Es la reina de la noche. No puede evitarlo, se atrae de una forma desesperada. Tanto que coge impulso hacia atrás, se lanza contra el espejo y miles de trocitos de cristal reflectante se clavan en su cuerpo . La polilla empieza a electrocutarse y a emanar un humo verde (os lo dije). Cae al suelo. Suena ABBA. Al Hombre Blanco se le corre el rímel.

Estamos presenciando la destrucción de una especie.

Quizá sea el momento más triste de todas estas letras. El Hombre Blanco agarra a la polilla entre sus manos blancas. Su luz no para de parpadear. Las lágrimas negras del Hombre Blanco impregnan el cuerpo de la polilla. El Hombre Blanco encuentra un agujero en el tronco del álamo. Será su tumba (la de la polilla). La deposita con cariño, junto a su oreja derecha. A pesar de todo a él le queda otra, pero ella ya no volverá a existir jamás. La cavidad del árbol se llena de humo verde. Como cuando desaparecía un participante en ‘Lluvia de Estrellas’, pero verde. Todo empieza a ser verde. Todo lo que vemos es humo verde. No tosas.

Ahora empieza a disiparse y volvemos a estar en la Sala Blanca. Pero el álamo continúa en su lugar. Sólo que ahora es un árbol luminoso gracias a los restos de la polilla. Parece como si estuviéramos en Navidad, pero a lo bestia. Como si fuera el árbol de Navidad de Chuck Norris. Es algo realmente abrumador.

El Hombre Blanco se está columpiando con sus surcos de rímel, y con solo una oreja, en un columpio colgado de las ramas de nuestro Lumi-árbol.

Joder, rápido. Necesitamos reírnos. ¿Te sabes algún chiste? Tenemos que pensar algo gracioso. ¿Cómo se llamaba el señor que volaba en el techo de una habitación en la película de Mary Poppins? El que no paraba de reírse a carcajadas. Siempre me hizo mucha gracia. Por mucho que me empeñara nunca podía evitar partirme de risa… ¡El Tío Albert! ¡Eso! Vale, pues ahora mismo está el Tío Albert muerto de risa en el techo y el Hombre Blanco está llorando, pero de contento. Y de repente suena un teléfono. Está en medio de la sala. Y el Tío Albert y el Hombre Blanco se callan. Y salta el contestador. Es Gila. Ha dejado un mensaje. El estruendo ‘carcajeante’ de después es inevitable. Muchas risas. Las risas enlatadas de ‘Friends’ y las de ‘Cosas de Casa’. Todas a la vez.

Y con este buen rollito que reina en la Sala Blanca, todo se hace oscuro. Y suena una voz… Es una voz en off y está presentando a alguien. En serio, cuando se enciendan las luces no te lo vas a creer.

CONTINÚA AQUÍ…