Reinterpretación freestyle de coplas españolas.
– Tampoco tienen por qué apurarse. Este ya prisa no tiene…
Lola colgó el teléfono y se sentó en el bordillo a esperar a la policía. Junto a ella yacía el cadáver de Pedro. Después de muchos años, después de muchos llantos, después de muchos golpes… Al final ese cabrón había recibido su merecido. Lola lo miró de soslayo. -Y el caso es que hasta muerto está guapo, el hijo de la gran puta. Era más malo que un dolor, pero guapo a rabiar, eso no se lo quita nadie. ¡Ay! Pedro, y ahora, ¿qué vamos a hacer? Yo no sé estar sola, y tú tampoco. Eso nos mantuvo juntos. ¿Qué te costaba estarte quieto? Que tenías tú la mano bien larga y el trago muy ligero… Cuando novios no eras tan así, se te asomaba el carácter, pero no eras tan así… Probablemente fue el vino, que es mu traicionero. Pero la culpa yo no la tenía. Eso es así. Que alguna vez me dejaste la cara como el cuadro del Guernica. Y las fui pasando, las fui pasando… Pensando, ya se calmará, tampoco es para tanto. Y tú, erre que erre, golpe p’arriba golpe p’abajo, luego a dormir como un tronco. Que recuerdo que yo pensaba, ¡qué capacidad la de este hombre de sacar el genio por la boca y un minuto después quedarse dormido como un lirón! Y yo tirando de Valium, porque, otra cosa tengo que decirte, dormir con tus ronquidos es imposible. Habrías sido un buen tenor si no te hubiera gustado más el bar que la luz a las luciérnagas. ¡Todo el día apestando a alcohol! Y el bote de Barón Dandy sin estrenar. Recuerdo cuando te vi por primera vez, que me pregunté a mí misma: ¿Quién es ese Paul Newman? Y allá que me fui, porque yo siempre he sido mu’ echá p’alante. Lo sabes. Qué enamorados estuvimos y qué felices fuimos durante unos años. Y fíjate como hemos acabao. Pero esto te pasa a ti por meterla donde no debes, Pedro, que yo te lo he perdonao to. Pero eso ya…por ahí sí que no paso. ¡Con lo que nosotros fuimos! Porque yo también tuve lo mío. Tenía unos ojos verdes que echaban p’atrás. Aún siguen estando debajo de los surcos de las arrugas. Pero, vamos, éstas en cuanto pueda, desaparecen. ¡Vaya cara más linda traía! Sí señor. Prendadito te quedaste. Recuerdo la primera vez que bailamos juntos. Una bachata. No se nos daba nada mal, ¿eh? En la boda de la niña hasta nos hicieron corro. Pero todo eso hoy se terminó, Pedro. ¿Qué te creías? ¿Qué te ibas a ir de rositas? Me habían dejado perfecta en la peluquería, ilusa de mí aún creí que podrías acordarte de algo que no fuera tu nombre. ¡Haciamos 30 años de casados! ¡Y te la estabas trajinando en nuestra cama! Yo to’ te lo perdono, Pedro, pero esto no. Esto no. Y no vas, y cuando te pillo en plena faena, te giras y sin inmutarte señalas a un costado de la cama y me sueltas: “Aquí, quieta, a mi vera” ¡¿Aquí, quieta, a mi vera!? A tu vera, desgraciao, a tu vera me puse… Después de agarrar el cuchillo jamonero de la cocina. A tu vera me tienes ahora. A tu vera, aquí los dos, a la fresca… ¿Cómo te quedas? ¡Muerto!
Un coche policial entró con lentitud en la calle y paró justo frente a Lola. Una pareja de policias bajó del vehículo y contempló estupefacta la escena. Lola, todavía sentada en el bordillo de la acera extendió los brazos hacía uno de ellos mientras decía:
– Vaya estropicio hemos montao.